Robotín de Google

13 de noviembre de 2012

La "idiotez" en Gustavo Bueno



Iba a hacer un post titulado así: "Los ingenieros y científicos, para ser buenos en sus actividades, tienen que ser idiotas".
Iba a tomar la etimología antigua derivada del griego (idiotes) y hacer una especie de juegos lingüísticos para demostrar por qué para tener buenos científicos, que hagan bien sus tareas y, en el mismo caso, para tener buenos médicos, arquitectos e ingenieros, deberían ser idiotas en el sentido más ancestral de la palabra.

Así le gusta sorprender, entre otros, a Gustavo Bueno. Es muy potente (por lo chocante más que otra cosa) lo que una definición así puede sugerir al espectador.

-En un principio un ingeniero, por muy débil mental o idiota que sea (repito, en el sentido clásico) se va a sentir insultado y va a comenzar a ver al maestro de la etimología como un cretino que hace juegos con el lenguaje para llamar la atención.
-Posteriormente quizá entienda a dónde va a parar ese cretino, que no pretende otra cosa que decir que el argumento de un médico sobre cosas que no son medicina tiene tanta o menos calidad como la de un barrendero. Y se preguntará: ¿por qué me pone a mí como ejemplo de idiota?

Me gustaría desglosar el pensamiento de Gustavo Bueno en muchos posts, pero es tan amplio y abarca tantas áreas que necesitaría unos cuantos años más, al menos para conocer qué sería eso de cierre categorial y materialismo filosófico y luego poder criticar en consecuencia. Qué perturbante es aquel principio que obliga a conocer bien un sistema antes de criticarlo, perturbante porque bien puede ocurrir en el camino de la crítica que uno comience a interiorizar todos los conceptos y a hacerse adepto del mismo (cosa que sucede hoy en día a muchos leyendo a señoras como Simone Weil o a los marxistas clásicos, aunque no nos den apenas luz sobre los problemas de nuestro día a día).

Una de las cosas que más me han sorprendido escuchando conferencias de Bueno es que entremezcla en ellas teorías muy profundas (cuyo conocimiento y manejo es amplísimo, casi difícil de creer) además de una ironía muy sutil que las recorre. Libros como "Zapatero y el pensamiento Alicia" nos pueden resultar indicativos de por dónde se mueve Bueno ideológicamente pero, buceando un poco en ellos, vemos esos títulos como productos del marketing más que como (así pienso yo que debería ser siempre) una síntesis de su contenido.

Gustavo Bueno no opina.

Bueno siempre está girando entre una pretendida objetividad a la hora de hablar sobre el mundo (desde todas las aristas a las que su aparato gnoseológico permiten entrar) pero aprovecha para dar rienda suelta a algunos de sus sentimientos anti-gilipollas e idiotas.

El resultado es muy simpático, son flechas argumentales, ves cómo palpita en cada una de ellas, no sabes si es la razón, si es el sueño de objetividad que tanto han perseguido la mayoría de los filósofos... pero aprendes, ves, distingues, te ayuda a saber qué está bien argumentado y qué está mal, a veces en las mesas redondas está hablando un ponente y por detrás (si los micrófonos no están apagados) se escucha a Gustavo Bueno afirmando lo dicho o negándolo, no callado, no se puede callar, no se lo permite ni su edad ni su ímpetu. Ya no está en edad de callarse, así deberían hacer todos, un profesor no puede (a mi parecer) jubilarse del todo, si estuviese verdaderamente apasionado por las teorías o por las prácticas en las que desemboca no podría jamás de dejar el terreno de debate, no podría pensar siquiera en abandonar esa crítica constante, esa argumentación potente, pasando de falsas humildades y llevando por bandera su conocimiento y estudios.

No he encontrado mejor orador en la actualidad que Gustavo Bueno, mejor dicho, no he encontrado un posible contrincante más eficaz y dañino en debates racionales como lo es este hombre (por supuesto, dentro de su rama, porque Bueno también es idiota, usando el sentido etimológico, en las demás ramas que no conoce). No siento deseo alguno de enfrentarme a algo así, al menos hasta dentro de unos cuantos años no tendría las suficientes herramientas para ello y probablemente Gustavo ya haya fallecido. Aún así siento que llegar a su nivel es una especie de meta intelectual, de compromiso adquirido.

Cuando una persona es llamativa y eminente en su campo se suele decir que hay dos opciones: o amarlo u odiarlo. Tampoco creo que esta cuestión se pueda aplicar aquí, no se puede pensar en Gustavo Bueno con las tripas (aunque, repito, muchas de sus críticas y comentarios parezcan encontrar mayor energía usando esas tripas, pero siempre sublimándolas y proyectándolas en su discurso fundamentadísimo y correcto), no creo que se trate de quererle o despreciarle.

La regla general en este país, como todos sabemos, es despreciar a lo eminente. Cuando se muera quizá reciba algunos premios póstumos y consideraciones y haya gente que se dé cuenta de que existía. Eso me molesta bastante, tanto cuando los llevo conociendo desde hace años y de repente gente que no tenía ni idea de su existencia comienza a descubrir su valor como viceversa, cuando con el pensador (o lo que fuese) estaba vivo y yo mismo he ignorado su existencia.
Pero llega un punto en que los años pasan y no conocer a determinadas personas es una especie de pecado en una comunidad, ¿quién no conoce hoy a Jose Luis Sampedro? No voy a decir que quién no conoce a Emilio Lledó o a otros, pero la muerte les reconcilia con la publicidad.

Lástima que el pensador del siglo XXI, si quiere ser tenido en cuenta, deba dedicar la mitad de sus esfuerzos a publicitarse en radio, televisión e internet.
Pues bien, Gustavo Bueno recoge en su figura y en su vida el paradigma del pensador: completo, escritor, profesor, publicitado, crítico y polémico.

Critiquémosle, con argumentos fundados, evitemos a toda costa esa idiotez tan positiva para el científico y perniciosa para el opinador público.

PD: Este post es una alabanza a Bueno como figura, las críticas no se harán esperar conforme, repito, tenga los medios y el conocimiento suficiente como para realizarlas.

4 comentarios:

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  3. Ya basta de papanatismo con este hombre, que si destaca por algo no es por filosofo sino por megalómano y bocazas. Si este es nuestro mejor filosofo el panorama en este país es como para pegarse un tiro.

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    1. Pégatelo de una vez o deja de llorar y hazlo mejor que él.

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